Hygge: sentimiento consciente

Esta semana ha sido una semana de cierto descubrimiento personal, casi como todas las otras pero con un “descubrimiento particular”. He llevado durante algunos días conversaciones constantes con un danés, en principio se suponía que era para mejorar mi inglés, porque sí, aunque no sea su lengua materna, ha sido el puente de nuestra comunicación y lo maneja muy bien, pero adicional a eso, ha surgido la sinergia de hablar sobre cosas que son naturales en nuestras culturas (claramente como parte del intercambio cultural virtual). Si bien, he aprovechado el momento para dejarme fluir y ser en esencia, también lo he aprovechado para interiorizar esto que prima en lo del ser “cosmopolita” y así abrirme a la posibilidad de seguir aprendiendo de lo que acontece y es la verdad del otro lado del mundo.

En una de esas conversaciones, aprovechando la disposición y lo fluido de la comunicación le pedí a Rally que me enseñara un par de palabras danesas, cosa que en efecto, hizo. Hubo algunas que pudo explicarme y traducir pero una última que no: Hygge, porque de hecho, no tiene ninguna traducción a ninguna lengua. En este punto, quiero resaltar que intentó explicar lo que significa para él esta palabra, por lo que me dijo: “Es el concepto de tener un buen rato y un buen sentimiento. Lo cálido de estar junto a tu familia o amigos, o de estar solo tú mismo. Es difícil de explicar”.

Me acababa de quitar una venda de los ojos, pensé, una especie de revelación. Claramente sentí curiosidad y decidí googlear para intentar entender mejor lo que él quería decirme, y como lo esperaba, conseguí muuuchas definiciones de lo que Hygge puede considerarse. Todas subjetivas pero con un trasfondo común: “sencillez, sentirte feliz con pequeños momentos”.

La revelación fue preguntarme, ¿qué tan consciente he estado de vivir mi Hygge? Aún cuando lo que he tenido como bandera ha sido quejarme por lo que aún no he logrado. Entonces,  empecé a hacer una introspección mental y me conseguí a través de momentos que han sido “nimios”, cero elaborados, cero pensados pero que me han dado esa sensación de frescura, de plenitud, de felicidad inconsciente. Encontré unos cuantos y otros, de manera sorpresiva me desbancaron.

Por ejemplo, recordé aquella noche en que me quedé dormida observando la parsimonia con la que las olas del mar golpeaban el rompeolas, recordé las sucesivas tardes frías en las que me dedicaba a observar cómo la neblina arropaba la sierra nevada, recordé también las charlas genuinas y eternas en la terraza de una ciudad colmada de bullicio, intentando descubrir la inmensidad del cielo nocturno, y una vez más, también me encontré esta semana teniendo mi primer Hygge consciente. Sí, así es, allí me encontraba yo, rodeada de un contexto que durante meses me ha llenado de ansiedad e inconformidad pero, disfrutando plenamente de cómo mi madre se abría a contarme sobre las travesías de su infancia prístina, bonita, pura  y los momentos que le hicieron a ella feliz; sé que ella también vivió su Hygge, sólo que yo, por primer vez, estaba siendo consciente de eso, y a hurtadillas, aproveché para grabar su relato durante 30 minutos. Ahora tengo ese tesoro para mí. Gracias al sentimiento consciente.

Quizás como requisito para estar consciente de esto, se puede pensar: “ Hay que ser excesivamente optimista para encontrar felicidad cuando no estás pasando por un buen momento”,  también podría suponer que es una utopía casi perfecta, pero no, es  descubrir que determinar la mirada en lo trivial y encontrar belleza, son pequeños momentos llenos de felicidad atestada de auténtica sencillez.  

Debo admitir que a mí me sacudió el darme cuenta de mi último hallazgo, porque sé que en algún momento no tendré a mi madre cerca contando su historia de manera furtiva (porque no suele hacerlo) pero emocional como nunca,  porque sé que no quiero encontrarme más adelante reflexionando y siendo tardíamente consciente sobre lo que tuve y nunca disfruté por permitir que un contexto circundante me desalentara. Porque de la misma manera en cómo descubrí recientemente que las charlas eternas en una terraza me hacían feliz, quiero que los momentos venideros sean conscientes no para que en la posteridad se llenen de melancolía malsana sino de nostalgia alentadora, nostalgia con efecto hygge.

Compartir esto lo que busca es plasmar mi propia reivindicación y que, de repente (porque no es una verdad absoluta),  pueda significar algo para ustedes, que encontremos consciencia en lo que de manera desapercibida nos hace plenos, incluso cuando creemos que no es nuestro timing o no es el mejor momento. Por eso,

¿Has sido consciente de tu Hygge?

1 thought on “Hygge: sentimiento consciente”

  1. wao! no había podido leerlo, pero realmente si he sido consciente de algunos de ellos, pero es algo muy reciente. Sinceramente es algo que también me hace reflexionar, pero divino poder darle un nombre, desde ahora también se llamaran Hygge para mi.

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